martes, 1 de marzo de 2011

Falta de Profesionalidad

Se habla constantemente en los medios de la pérdida de competitividad española, de los problemas sociales generados por el aumento del paro, de los problemas familiares por la irracionalidad de los horarios que no permiten conciliar la vida laboral y familiar... En el fondo de muchas de estas cuestiones está un problema interno de la mayoría de las personas, inculcado por la inercia social, que es la falta de profesionalidad.

La falta de profesionalidad, que afecta a todos los estamentos de la sociedad, y es especialmente grave en los cargos directivos de las empresas, es el germen de una espiral de ineficiencia en las empresas españolas. Cuando el objetivo de todos los trabajadores debería ser hacer su trabajo lo mejor posible y lo antes posible, en la mentalidad de los españoles está hacer el trabajo con la calidad mínima para que no te rechacen el trabajo y que te permita realizar el mismo en el menor tiempo posible, pero alargando su entrega hasta el último momento del plazo exigido.

La preocupación no es realizar un buen trabajo, sino realizar el mínimo, eso sí, convenientemente adornado con las cienmil excusas de porqué no ha podido ser mejor y del escandaloso número de horas que ha costado su realización. Vivimos en una sociedad donde está mejor visto un trabajo de 6 puntos que ha costado 6 horas realizarlo que un trabajo de 10 puntos que haya costado 1 hora. Si el trabajo se pudiese facturar por puntos, pongamos a 10 euros por punto, en cualquier país con un funcionamiento convencional, en el primer caso el trabajador vendería su trabajo por 60 euros y habría cobrado 10 euros por hora; el segundo trabajador vendería su trabajo por 100 euros y consecuentemente habría cobrado 100 euros por hora. Sencillamente el segundo trabajador es mejor profesional que el primero. Sin embargo, en España, el primer trabajador sería un pobre trabajador explotado y el segundo, un vago y un ladrón, que trabaja poco y cobra mucho...

Para que la espiral se cierre hacen falta muchos elementos que alimenten este sistema social, son fundamentalmente los jefes, los políticos, los educadores, los periodistas y alguno más. Espero no olvidarme de ninguno:

Los jefes son los primeros encargados de acercar posturas, un jefe profesional debería discernir quiénes de sus empleados a cargo son buenos o no en el trabajo y esta circunstancia debería estar muy presente a la hora de tomar decisiones en la empresa. Sin embargo, una vez más se introduce la falta de profesionalidad, y lo importante no es que alguien haga bien su trabajo, sino que alguien haga su trabajo de modo tan chapucero que le permita sacar el suyo adelante de la manera más cómoda y con una buena excusa para justificar que el suyo no sea completamente bueno.

Los políticos son los encargados de legislar para mantener un buen caldo de cultivo para la falta de profesionalidad. Es fundamental que a la gente con poca profesionalidad no se les abandone. Hay que dar subvenciones, subsidios, ayudas y todo lo necesario para evitar que la gente poco profesional deje de serlo. Y aunque el objetivo de un buen político debería ser velar por los intereses y el bienestar de todos los ciudadanos, los votantes son todos válidos, y mantener contentos a los poco profesionales es más fácil que a los profesionales, conclusión de un político poco profesional, prefiero hacerlo mal y ganar votos, que intentar hacerlo bien y no ganarlos.

Los educadores deben inculcar desde el principio esa mentalidad de "con lo mínimo vale" y tendremos la fuerza moral para reirnos del que persigue algo más. La formación y la educación integral de los niños deberían ser los objetivos, pero incluso llegan a ser las excusas para no hacerlo bien: es que hay falta de disciplina, es que los padres no están pendientes, etc. Lo único que se consigue es perpetuar la espiral, porque dentro de unos años los niños que ahora son el problema, serán la excusa.

Los periodistas que deberían dedicarse a informar y ocasionalmente a formar, entran en el juego, y se dedican a desinformar con verdades sesgadas o a medias y a deformar introduciendo corrientes de opinión que únicamente persiguen captar seguidores (ventas) que una vez más se extraen con más facilidad de un público con malos profesionales. Se alimenta así el sistema, dando publicidad a los políticos, y explicando los efectos de una sociedad viciada por la mala profesionalidad de sus miembros como son la indisciplina, las injusticias sociales y económicas, y la corrupción como causas, cerrando completamente la espiral de mediocridad en la que estamos encerrados.